El encargo consistía en reformar un antiguo aljibe. Tradicionalmente estos espacios servían para la acumulación y reparto del agua en las ciudades.
El aljibe, por ser un uso arraigado en la historia ya poseía de calidad arquitectónica por lo que lo único que se pretendía en el proyecto era enfatizar lo ya existente.
Se llegó a la conclusión que el proyecto debía seguir dos vías de trabajo esenciales. La primera consistía en diferenciar la zona en el que se observaban reformas recientes de la zona que mantenía las características iniciales tipológicas. Y la segunda, enfatizar la esencia de la tipología. Esto se conseguía superponiendo y no "añadiendo" aquello que debía incorporarse para la habitabilidad y los requerimientos del local, como eran las instalaciones, el suelo y la bodega...
Además de la iluminación general que pretendía enfatizar la bóveda y la textura de la misma se proyectó una iluminación puntual en las mesas que proporcionaba cierto aire de misterio al local. Esta iluminación funcionaba con baterías, lo que permitía rediseñar el espacio según se necesitase: Mesas centrales para una reunión de navidad, una reunión familiar o una cata de un buen vino, pequeñas mesas laterales para cenas en pareja o mesas dobles para comidas de grupos reducidos.
En definitiva un único espacio, con multitud de opciones.